domingo, septiembre 03, 2017

Odio la prepotencia, hasta cuando la padezco. Eso o algo similar. Es en esas veces que me siento vacía, que caigo. Caigo porque reclamo una atención que no es mía. Y por el hecho de que no es mía, se convierte en innecesaria. Ahí paso de prepotente a egoísta, pero esa lucha ya la tengo mejor formada. Lamentablemente requiero una atención constante que nadie sabe brindarme, ni siquiera yo misma. Bienvenidos a los grandes problemas de la exigencia. Quiero atención, la pido, la ruego, intento mantenerla, pero luego no la quiero, la rechazo porque me doy cuenta de que no merece mi tiempo. Claro está que es algo nunca explico. Cómo le comentas a alguien que no lo consideras digno de tu tiempo, aunque sea la puta verdad, cómo lo dices sin infravalorar a nadie. Aún siendo consciente de que lo voy a seguir haciendo mal, lo hago. Y, aunque me pese decirme esto a mi misma, yo también me odiaría.

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