Volvió la vista hacia su risa una vez, volvió la vista y el alma. Y se quedó allí. Inmóvil, observándola. No estaba sola, y nunca lo estaría. Caminó hacia ella y forzó un encuentro cara a cara. Y de los cientos de pensamientos que allí se concentraron, uno coincidió: "Qué preciosa está", "Jamás dejará de ser tan guapo". Y ya las manos bajaron a la cintura y a su sitio habitual. Y ya sus ojos se ataron para el resto de la noche, y sus cuerpos y lo que fuese. La vuelta da muchas vidas. Siempre volvían, y nunca se dejaban. Ambos solos, pero enganchados. Ambos obsesionados con verse una vez más. Nadie, por separado, los llenaría jamás. Y ese, ese era el sitio habitual de los dos, de ambos, a escasos centímetros el uno del otro. Dando todo de sí. Cuesta conseguirlo, pero encajar existe.
martes, octubre 06, 2015
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