Aún me acuerdo cuando me sentaba a oír tu risa en el balcón. Ambos éramos indescifrables, incluso el uno para el otro. Nunca supe como ibas a reaccionar, por eso siempre me arriesgaba. Éramos tan oscuros que ni siquiera quisimos brillar. Queríamos permanecer juntos por separado en un rincón de las sombras. Me encantaba oír como despreciabas las grandes cosas y al final me decías: "no espero que pienses lo mismo, aunque sé que lo haces". A veces en cambio teníamos opiniones contrarias, y eso nos llevaba a enseñarnos cosas el uno al otro. Quise saberlo todo de ti. Y lo que más me gustó es que nunca llegué a aprender nada, solo me dabas lecciones efímeras, nada serviría para la próxima vez.
lunes, marzo 31, 2014
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