- ¿Por qué me miras así?
+ ¿Así cómo? Ni siquera te estaba mirando...
- Mentiroso, sí que lo hacías. Nunca me miras así. ¿Qué pasa?
+ Que ya no aguanto más tonta.
- No pillo, ¿no me aguantas?
+ No aguanto que tus caderas pasen por delante mío contoneándose.
- Perdona, movimientos inocentes.
+ Yo ya no sé disimular. Te has hecho la reina de mi cabeza, y encima por accidente.
- ¿Desde cuándo eres el chico malo que le mira el culo a su casi hermana pequeña?
+ ¿Desde cuándo eres tú la supuesta hermana que tiene esas maneras?
- ¿Qué maneras? ¿Hay algo que te sorprenda?
+ Pues sí, mira, me sorprende que no te acerques un poco más. O que te muerdas el labio así. Eres incapaz de decirme que no.
- ¿Decirte qué no a qué? Aún no has dicho nada.
+ Tranquila, todo a su tiempo.
- Habla idiota.
+ Te propongo que dejes de ser la amiga...
- Anda, ¿ahora es cuándo me dices cómo ganarme el ascenso?
+ ¿Me vas a dejar terminar? Se te van los modales de princesa eh.
- Anda termina, que tú si que te vas a hacer princesa.
+ Mis disculpas. Disimulo bien, pero ya no llego a tanto. ¿Sabes lo que es ayudarte a elegir la ropa para las citas? ¿O tirarme contigo en el sofá sin más? ¿Darte dos forzados besos en la mejilla? Yo quiero que te vistas para mí y solo sepas mirarme a mí a los ojos. Me tiraría encima tuyo en el sofá, toda la tarde. Rozarme contigo la mejilla es tan bueno como malo, porque en realidad te daría besos como esos más lejos de donde deberían. Deberías preocuparte reina, soy un capullo, nadie lo sabe mejor que tú. Pero estoy seguro de que soy el primer capullo en contenerse mientras paseas por ahí. 

- Reina dice... Yo que pensaba que eras el princípe, ahora que eres, ¿el cazador o el lobo?