"+ ¿Ya me has olvidado?

- No eres el indicado para hacer la pregunta, aunque de ti se trate.

+ Ya. Solo me preguntaba si ya estás bien.

- Es que el problema que es que nunca he estado mal, pero tú y la gente dais todo por hecho.

+ Nunca he pensado que estuvieses mal, aunque parezca insinuarlo. Pero he sabido que has llorado, y muchas veces ha sido por mi culpa.

- Muy bien, gracias por preocuparte. Pero llegas tarde, Cenicienta se ha hundido ya demasiadas veces.

+ No te pases conmigo, solo he venido a preguntarte qué tal.

- Es que me jode. Que me des importancia en el momento justo para retornar hacia ti. Y ya, quizás sean únicamente mis malditas paranoias. Pero siempre apareces cuando empiezo a no necesitarte. Y me sabe muy malo, pero a la vez me encanta. Y no me pidas  que no me pase contigo, porque no eres la persona que debería decirme eso. Puesto que me has dejado tirada más veces de las que me has levantado.

+ ¿Y que quieres que te diga?

- ¿Que qué quiero que me digas? ¿En serio? Por lo menos algo diferente a eso. Es decir, no espero que me digas: "Oh, princesa, perdona. Voy a soñar todos los días contigo". Porque más que nada que no eres así. Pretendo que por una vez en esta puñetera "historia" no crea que estoy hablando conmigo misma, o peor, luchando contra mí misma. Porque siempre me preguntas que que quiero oír, que qué debes decir; y da la sensación de que no sepas arreglártelas por ti solo. Así que, por una vez, contéstame algo que quieras decir."

Desgraciadamente, no puedo seguir imaginando esta conversación, porque no sé lo que me contestaría. Y es terrible, porque tampoco me atrevo a averiguar la respuesta.