Yo estaba sentada en el sofá. Apreciando el color de las paredes que daban vida a mis días. Estaba tirada en un sofa mirando hacia tantos lados que no significaban nada. Oí como la puerta se abría, y no quise levantarme a comprobar quién era. Y, tras oír unos pasos, apareció él. Tambaleándose, con el pelo despeinado y una cerveza en la mano. Se quedó mirandome varios segundos hasta que me saludo. Me dijo hola, y seguidamente me pidio perdon. Dejo la cerveza en el suelo, con su orgullo. Se metio la mano por el revoltijo de pelo y me sonrío. Me estremecí, hasta tal punto en el que me entraron ganas de llorar. Me aparté hacia un lado del triste sofá. Y con la mirada, le ofrecí un hueco. El se quedo observandome, y se rio. Se acerco perdiendo el equilibrio en cada paso, me esquivo y se tumbo en el sofa. Y así, nos quedamos dormidos. Uno junto al otro. En un sofá tapados con una manta que no nos cubría. Ahí estuvimos, contemplando una vez mas, que el daño que nos hacíamos, nunca era superior a lo que sentíamos.
lunes, julio 08, 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
Siril Blog Template. Con la tecnología de Blogger.
Opt-in Form (Do Not Edit Here)
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.
¡Qué bonito! Es que hay veces que no se puede hacer como si los sentimientos no existieran. ¡Perfecto!
ResponderEliminarTopi
Bonita entrada! Un beso
ResponderEliminarwww.soyunachicaguapa.blogspot.com